(Manuel Buytrago)
Queremos correr detrás de la pelota de golf; aspiramos a que nuestros hijos trabajen en grandes resort y complejos turísticos como abogados, cocineros, repartidores, conserjes o cuidadores de personas mayores emigradas de Hamburgo o Glasgow, oficios todos muy respetables; queremos que nuestro brutal crecimiento económico se agote en el último huerto por recalificar...? ¿O tal vez es preferible más productividad, empleo de mayor calidad, mejor formación, nuevas tecnologías y economías de futuro? ¿Buscamos una economía de servicios, u otra de vanguardia con nuevos talentos?
Valcárcel expuso ayer las líneas de su nuevo Gobierno, el cuarto, con la acostumbraba batería de propuestas que encajó dentro de «una cartera llena de proyectos; de nuevas, frescas, renovadas y ambiciosas ideas para hacer más grande la Región». Lo que no quedó muy claro es hacia dónde vamos. Más o menos se intuyó, con la apuesta por reforzar la productividad, la industria, la investigación y las nuevas tecnologías. Eso está muy bien, pero se repite de discursos anteriores. ¿Queremos más de lo mismo o cambiar el paso? ¿Queremos el modelo Florida basado en el urbanismo y la industria del ocio; o variamos el rumbo hacia el modelo California, con su Silicon Valley y la innovación?
Dentro del Partido Popular, y por suspuesto fuera de él, he escuchado voces autorizadas que rechazan de plano que vayamos de cabeza hacia un modelo de servicios derivado del ladrillo, con empleos en precario, poco talento y reducida ambición profesional. Esas voces del PP no quieren que el futuro de sus hijos se limite a trabajar de camareros, aunque sea bien pagados, en un resort de cinco estrellas. Es una forma de simplificar el argumento, pero vale.
Enfrente está otro modelo que se afana y crece en sociedades más avanzadas y que buscan la investigación y las inversiones de industrias punteras. Tenemos una productividad baja, y en los últimos años, además, se ha descuidado el sector industrial de la Región, debido al error cometido de meterlo en el mismo saco (consejería) que medio ambiente. El resultado ha sido que hemos tenido mucha movida ecologista -traida de la mano de la protección de los espacios naturales y el imperio del ladrillo- y muy poca industria.
Un sector que se ha movido por inercia y que ha precisado de mayor atención del Gobierno regional. La apuesta por los parques científicos ha tenido varios amagos e iniciativas en la anterior legislatura. Se ha empezado a poner la semilla, y como mínimo se requiere un impulso decidido.La construcción puede crecer todo lo que se quiera... hasta llegar al límite que agota el propio modelo, después de machacar el territorio. Luego se la quiere sustituir, dicen, por el sector servicios que anida alrededor de las urbanizaciones y las segundas residencias. ¿Pero eso a qué tipo de crecimiento nos lleva? Quizás a la fragilidad del modelo en cuanto se produzca una recesión y el consumo familiar, y la renta del turista, se retraigan.
Otro dato: La mayoría de urbanizaciones en o próximas a la costa están ocupadas un 40% del año. El resto de días, vacías.El modelo, en definitiva, no lo ha aclarado del todo Ramón Luis Valcárcel con sus «ideas frescas y renovadas». La reconversión también requiere un equipo de colaboradores con las pilas puestas, y el presidente los tiene a mano. Hay que saber si el modelo se queda en llenar de ladrillos la Marina de Cope, como una segunda Florida; o en levantar un Silicon Valley, como proponen Pedro Saura y Juan Antonio Pujante, líder de IU, a quien traté torpemente de ridiculizar cuando lo propuso en una entrevista de Canal 6.
martes, 26 de junio de 2007
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